Historias de la pandemia 23: el curioso enfoque de Iberia como síntoma de país

Ayer tuve que volar a Bilbao desde Madrid. Primer vuelo que cojo desde mediados de marzo. El tráfico fenomenal, en Barajas no había casi nadie, la mascarilla obligatoria, embarcamos en hora y primera sorpresa. El avión iría calculo que a un cuarto o como un máximo un tercio de su capacidad. Pues resulta que los señores de Iberia nos han colocado a todos juntitos en la parte delantera del avión. Es decir, la clase business vacía y a partir de la fila 7 todo apelotonados: ventana, el del medio, pasillo, pasillo, el del medio y ventana. El resto del avión, la mayoría, vacío.

Claro, nos vemos unos a otros flipando. Le pregunto a la azafata si podemos ir para atrás y dispersarnos un poco (yo y varios a la vez a las tres azafatas) y me dice que no sabe cuantas personas más van a embarcar. Le digo que como mucho 5 o 6 más, porque fui de los últimos en embarcar y fuera ya no quedaba casi nadie. Y le digo también que el sobrecargo tiene su maravillosa tablet con entre otras cosas los pasajeros. Claro, la pobre chica no sabe muy bien que decir y me contesta que va a preguntar. A los dos minutos me dice que sí, que puedo ir para atrás. Nos levantamos unos cuantos y nos dispersamos. No es que sea un obseso de la higiene post coronavirus, pero coño, pudiendo no estar separaditos, para qué juntarse...

Ya se me hace raro que en tres meses nadie en Iberia haya pensado en esto, pero en fin. También me parece curioso que exijan mascarilla en todo el aeropuerto y en el avión, y no haya un puñetero sitio donde te den una mascarilla (o al menos yo no lo vi). Porque si llegas a la puerta de embarque sin mascarilla te deniegan el embarque.

Llego a Bilbao y segunda sorpresa. Los seis fingers vacíos (los "túneles" que conectan el avión con la terminal). Ni un solo avión en el aeropuerto (solo el mío). Pues el avión para en medio de la pista, ponen la escalera, bajamos y nos metemos todos en un autobús. Bien juntitos, bien agarrados a las barras para no caerse. El autobús nos lleva a la terminal y allí termina nuestra operación coronavirus.

Lo de ir en autobus se hace, cada vez menos pero se hace. Pero lo que no veo sentido es hacerlo en esta situación, más cuando tienes todos los fingers disponibles.

En definitiva, cada vez entiendo menos a este país. Tres meses de encierro creo que dan más que suficiente para que una empresa como Iberia y otra como AENA piensen y planifiquen mínimamente las cosas, digo yo. Y no encontrarme a una azafata con cara de alucinada y de no entender nada cuando le pregunto qué hacemos todos allí apiñados en una zona de avión teniendo el resto del avión vacío.

En fin.