La jornada de ocho horas diarias de trabajo no es, para nada, una aportación de la modernidad: se trata de un régimen laboral de raíces religiosas y económicas que se venía aplicando en Europa desde la edad media y que la confluencia del liberalismo con la revolución industrial se llevó por delante hasta que comenzó a ser recuperada, entre mediados del siglo XIX y principios del siglo XX, como consecuencia de las luchas del movimiento obrero.
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Un atículo muy interesante.
"Como describe Geneviéve D’Haucourt, archivista paleógrafa francesa, en su libro La Vida en la Edad Media, la hora en la jornada campesina estaba regida por el tañido de las campanas monásticas, que anunciaban los distintos servicios religiosos: “A media noche sonaban los Maitines; a las 3, las Laudes; a las 6, Prima; a la que seguían, llegado el caso, las misas privadas; a las 9, Tercia; a la que sigue la Misa Mayor; al mediodía, Sexta; a las 15 horas, Nona; a las 18 Vísperas; y a las 21, Completas”."
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