«Los españoles eran los más difíciles de matar», es una frase de Franz Ziereis, comandante de Mauthausen. Un psicópata semianalfabeto, pero que estuvo a cargo del campo rodeado de su familia. Es la frase que más me llama la atención del cómic El fotógrafo de Mauthausen (Norma, 2018) dibujado por Ped
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#3 Junto al ejercito nazi lucharon varios batallones musulmanes como la 13.ª División de Montaña SS Handschar formada por voluntarios de Croacia y Bosnia y más de uno plenamente árabe como el 845º Batallón Árabe y la «Legión Árabe Libre». Otras razas no europeas como africanos, hindúes, árabes, chinos, japoneses, coreanos, turkmenistanos, etc., se unieron a la Wehrmacht.
www.abc.es/historia/abci-legion-arabes-nazis-lucho-junto-hitler-201510
es.wikipedia.org/wiki/13.ª_División_de_Montaña_SS_Handschar
es.metapedia.org/wiki/Voluntarios_extranjeros_en_el_ejército_alemán_
Pero se ve que lo racial mola más... Aunque no proceda.
la cosa iba de otro rollo.
No sé lo que te dirán en Helsinki, pero ya hay que estar ciego para llamar a los españoles negros. Por lo general los "europeos del sur", lo que históricamente se ha llamado "raza mediterránea" es decir, italianos, portugueses, griegos o españoles, somos practicamente indistinguibles si no fuese por el idioma.
A algunos racistas les vendrá bien saberlo.
Mauthausen pronto comenzó a ser conocido entre los deportados como «El campo de los españoles». Aunque los primeros barracones se remontan a 1938, fueron albañiles españoles quienes construyeron Mauthausen. De ahí que un superviviente francés haya llegado a afirmar que «cada piedra de Mauthausen representa la vida de un español».
La labor de la organización española fue crucial, porque cuando en 1942 comenzaron a llegar deportados procedentes de la resistencia francesa y del frente ruso, los españoles eran los veteranos del campo, expertos estrategas en la lucha por la supervivencia, dispuestos a transmitir sus conocimientos a los recién llegados. Por otra parte, al desempeñar diversas actividades en la gestión de Mauthausen, podían ayudar a otros prisioneros. Los españoles que cuidaban la sala de duchas —por poner uno entre otros muchos ejemplos— salvaron la vida a más de un compañero cuando los nazis llevaron a cabo allí ejecuciones masivas mediante la inmersión de grupos de prisioneros durante horas y horas en naves repletas de agua helada hasta la altura de la cintura. La organización clandestina española, además, repartía medicinas robadas de la enfermería y redistribuía la escasa comida que llegaba a los presos, con el fin de asignar más alimentos a los débiles y enfermos.
Sin embargo, el recuerdo más vivo en la memoria de los supervivientes de otros países, sobre todo de los franceses, al hablar del Campo de Mauthausen, es la fe española en la derrota del nazismo, incluso en los peores momentos de la guerra.
«Una victoria más», explicó en una ocasión un superviviente francés, era la frase que pronunciaban los presos españoles cada vez que llegaban al último de los 186 peldaños de la escalera de la cantera.
Así, por ejemplo Francisco Boix, fotógrafo del campo, hizo copia de todas las fotos que pasaron por sus manos y logró esconderlas hasta el final de la guerra. Gracias a ellas, Boix pudo probar durante los juicios de Núremberg la presencia de los jerarcas Albert Speer y Ernst Kaltenbrunner en Mauthausen y demoler así su alegato de que desconocían los campos de exterminio.
Cuando el Ejército norteamericano entró en Mauthausen, el 5 de mayo de 1945, banderas republicanas habían sustituido a las banderas nazis y la puerta del campo estaba cubierta por una gran pancarta en la que se podía leer: «Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras».