Qué malo es Trump, y qué buenos somos nosotros

El análisis de los terribles sucesos acontecidos ayer en el Capitolio me resulta preocupante. Hay consenso en que el ambiente está polarizado a escala global. La crispación amenaza Occidente. Sin embargo, siempre, en todos los casos, los radicales son los otros.

Y el caso de Trump es el mejor ejemplo. El partido demócrata y sus medios afines han sembrado el caos y la destrucción sobre los Estados Unidos durante los últimos cuatro años. Esto no justifica la locura de Trump, pero me parece injusto que ellos salgan exonerados.

Nunca aceptaron la victoria de Trump, y los ataques han sido feroces. Más de dos años estuvimos con la "Trama rusa" de los cojones, que postulaba que Trump había ganado las elecciones porque los rusos son mejores al Facebook. Se llegó a insinuar incluso que Trump era un espía ruso, cosa que él mismo tuvo que desmentir, a pregunta de un reportero, en el césped de La Casa Blanca.. Esto es gravísimo, intolerable, y nada lo justifica.

Y no estamos hablando de tuiteros, o blogueros los que lanzaron estas narrativas. Estamos hablando de campañas intensas, diarias, del New York Times, de la CNN, de Rachel Madow, de Stephen Colbert, de Nancy Pelosi, de AOC. Pero los que crispan siempre son los otros.

Tuvo que llegar el respetado fiscal federal Robert Muller a decir que ese asunto, que monopolizó el debate en Estados Unidos, era una soberana tontería. Así que luego sacaron a la actriz porno con la que Trump se acostó hace diez años. Bravo. Nosotros somos los buenos. Somos los demócratas.

Tampoco les gustó mucho la democracia al Partido Demócrata y sus medios afines cuando Trump, haciendo ejercicio de sus funciones, nombró a Brett Kavanaugh para el Tribunal Supremo. Solo es democracia si los jueces nos gustan. Así que le montaron una campaña de meses sobre una supuesta violación ocurrida... 37 años antes, por la que tuvo que llegar a testificar. Esperpento.

Y todo esto sin dejar de llamarle racista, machista, homófobo y todo lo demás, constantemente, lo cual siempre hace que el ambiente sea muy agradable. Curiosamente, en las elecciones ha sido el único candidato republicano de la historia reciente en atraer el voto de las minorías.

Trump está loco, sí. Pero Abascal tiene algo de razón cuando culpa a la izquierda de lo que pasa. Y no hablo de las ideas, hablo de la actitud. Alexandria Ocasio-Cortez y Bernie Sanders comparten ideario. Pero hay un mundo entre ellos. Bernie no incita al odio. Siendo casi un radical marxista para los estándares americanos, muchos votantes de Trump le hubieran votado a él. Casualmente, y esto da para otro artículo, a Bernie, un hombre bueno, un hombre del pueblo, un hombre que marchó con MLK, se le han cargado en la DNC tanto en 2016 como en 2020.

De todas formas, el caso clave para el estudio del populismo de derechas no es Trump, es Le Pen y el Frente Nacional. Empezó antes, por lo que tenemos muchos más datos, y las conclusiones son irrefutables: no se les puede ridiculizar, eliminar o ignorar. Cuando en 2002 el viejo Le Pen pasó a segunda vuelta, todo el mundo humilló a sus votantes, todos los partidos se unieron contra él, en un heroico esfuerzo democrático. Pues no ha funcionado. La hija tiene serias opciones de ser la próxima presidenta de Francia, porque no podemos hacer desaparecer lo que no nos gusta, sin más. Hay que hablar con ellos, escucharles, e intentar entenderles. En Madrid, en Marsella, en Río o en Texas. Y no hay nada más democrático que eso.