[c&p] La máquina definitiva tenía el tamaño de una caja de puros cerrada. Alojaba un interruptor en uno de sus lados. Al pulsarlo, lo que sucedía era lo siguiente: se oía un zumbido, se abría la tapa y una mano surgía de su interior. La mano maniobraba hasta apagar el botón. Acto seguido volvía a su posición original, tras lo cual la tapa se cerraba y el zumbido cesaba. En cierto modo, era la autorrefencia definitiva: una máquina cuyo propósito era apagarse a sí misma.
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