Javier Milei es disruptivo, desafiante, ruidoso, enérgico, exagerado. Si nos detenemos, apenas pestañea. Esto, como cualquier otra cosa que dice o hace, provoca en los ciudadanos un impacto emocional casi capital. Da igual que sean sus gestos excesivos o abrazando la Torá en su recién estrenada plenitud espiritual. En su visita a la tumba del rabino Menachem Mendel Schneerson, esta misma semana, alguien podría haber visto en el presidente electo de Argentina al mismísimo Virgil Starkwell, en «Toma el dinero y corre».
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Yo los findes cuando tenía ventipocos................. Me suena a cocaína vaya
se puso el pueblo argentino,
con el rey del desatino
vienen sus idas de ollas,
un cenutrio y un farfollas
que hundirá por el camino
su ya penoso destino,
suicidio en tierras criollas.
Que de Málaga saliendo
a meterse en Malagón
como plan es muy horrendo
y de cabrito a cabrón
es cambio que no comprendo,
requiem por esa nación.