No entiendo el absurdo de meter en el mismo saco y obligando a comparar elementos tan dispares como lugares, obras arquitectónicas o atracciones tan distintas y por ello imposible de comparar con el mínimo de rigor, y lo que es todavía más grave una iniciativa que lo único que persigue es hacer negocio, es decir se cobra por las votaciones, ocultando por lo tanto un negocio redondo dados los millones de votos que benefician al millonario suizo Bernard Weber. Aprovechando que acaba de desmarcarse Egipto negándose a ser cómplice de este circo.
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Yo seguiré considerando las siete maravillas las del poema de Antípatro de Sidón, que su par de días me costó aprendérmelas sin olvidarme de ninguna (por puro placer, no me obligaron en el colegio ni nada parecido).