Audun Amundsen quería llegar al lugar más alejado y virgen de la influencia occidental que hubiese en la Tierra. Creyó encontrarlo en un archipiélago de Sumatra, en Indonesia. No era cierto, o al menos no lo fue durante mucho tiempo. Allí convivió, durante un mes, con «un grupo de bárbaros cazadores de monos», como les llamaban los lugareños. Eran los mentawai, una de las cinco mil tribus indígenas que habitan el planeta. Quedó en volver a verles. Lo hizo dos años después para grabar un documental y sin querer documentó su decadencia.
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Sin embargo si que hay gente que quiere que muchas de esas tribus jamás accedan al mundo moderno para seguir viéndoles desde un circo y piden que no se contacte con ellos. Eso si es alucinante.
Aún en el caso de que nunca hubieran sido contactados y este fuese el primer hombre civilizado que ven (cosa que no parece por lo que se cuenta) no tiene porqué. Si se vacuna de todo lo que debe vacunarse, no tiene enfermedades y hace cuarentena no les regala ningún virus ni bacterias.
Y tampoco veo en qué les ha dado por culo tan solo yendo a filmar.
Cc: #19, #_7, el listo.
Ví en parte lugares remotos, de otra manera, y a veces de la misma que el documental del enlace.
Vagabundeando muchas veces por islas y fronteras, pero lugares remotos.
Encontré lo que vengo a relatar:
rojoverdeyazul.es/nosotros/
Desde nuestra postura es fácil idealizar la vida tribal en contacto estrecho con la naturaleza. Pero para los demás, claro.
La realidad es que la vida es muy dura y difícil. Lo normal sería morir por complicaciones en la infancia, una herida infectada o de hambre en un año de mal tiempo que acabase con las cosechas. No hablemos ya de la dureza del trabajo del campo sin tecnología que lo facilite.
Lo normal es que las sociedades que aún viven así, al tener elección, también decidan abandonar ese modo de vida. Pero por algún motivo la moda en occidente es idealizar esos estilos de vida.
Yo solo digo que el protagonista de esa historia merece más admiración que alguien que responde a dicho perfil.
Por otra parte, la cuestión no es tanto la vida del buen salvaje vs la de la civilización occidental (sería curioso pensar si hay un mundo intermedio), sino pensar si, en el tránsito, han perdido cosas. Parece que si entras en la civilización occidental de golpe vas a tener trabajo, una casa y una nevera, y lo que suele ocurrir es que acabas en los márgenes de la sociedad, viviendo si acaso de la caridad y teniéndote que adaptar a un mundo completamente nuevo. Indudablemente, la civilización occidental provee de una serie de beneficios interesantes a los que se puede acceder, pero también a riesgos que no existían. El hombre no siempre elige lo mejor para ellos mismos, sino que se equivocan, y por eso no es raro que pueblos que han accedido muy rápido a la civilización de repente se encuentren atrapados en algunas de sus mayores lacras: las adicciones al juego, al alcochol, etc. Seguramente te dirán que así están mejor, igual que un adicto al juego te dirá que es feliz en el casino dilapidando su vida.
Y, por otra parte, no es lo mismo un individuo adaptado en su entorno, satisfecho de su rol en él, que uno que de repente accede a reglas nuevas que no necesariamente son mejores. Un caso es el de las tribus en Tierra de Fuego, que vivían prácticamente sin ropa y se untaban con grasa de animal y hacían frecuentes fuegos para protegerse del frío. Cuando les hicieron vestirse, de repente dejaron de bañarse con la misma frecuencia con la que lo hacían y cayeron enfermos como chinches (hoy no queda casi ninguno). También, cuando veo a los filipinos viviendo en casas de uralita (que no parecen mucho mejores de los chamizos de sus antepasados) y viendo cómo su entorno está progresivamente más contaminado, te preguntas si han avanzado mucho, si ellos son más felices con el cambio (cosa que es difícil saber porque quizás sólo una generación vivió la transición) y, sobre todo, cuánto de sostenible será ese modo de vida en el largo plazo.
Es difícil valorar qué cosas de la civilización te mejoran o no porque uno siempre quiere tener todas las opciones a mano, y es por tanto complicado dar marcha atrás. Pero también nos lo podemos plantear como sociedad. Hay una larga lista de inventos que quizás no se debieron crear nunca (la bomba nuclear, las bolsas de plástico), y ahora precisamente el mundo se plantea cómo reducir su uso para que no provoquen que nuestra vida no empeore. Por tanto, es lógico que la humanidad en conjunto y cada pueblo en particular quiera progresar, pero ello incluye también una reflexión general sobre si toda innovación tecnológica significa un progreso, y hasta qué punto debemos aplicarla.