Un matrimonio zaragozano, J. A. G. y D. A. descubrieron, al llegar a su residencia, que no podían entrar en la vivienda. En ella estaba viviendo, sin su conocimiento, una familia marroquí compuesta por tres adultos y dos niños, que aseguraron que otro compatriota les había arrendado el piso. «Cuando intentamos entrar en la casa, habían cambiado la cerradura. No sabíamos que pensar, pero todavía nos quedamos más sorprendidos cuando escuchamos voces dentro y nos abrieron los que decían estar alquilados legalmente en nuestra propia casa»
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