A estas alturas, los ciudadanos disponen de datos más que sobrados para alcanzar una conclusión demoledora: el partido que gobierna España, el Partido Popular, es una organización putrefacta, que lleva décadas saltándose la legalidad. De Sanchís a Bárcenas ha tenido sin solución de continuidad una gestión económica fraudulenta que se ha canalizado a través de una caja B con la que pagaba sobresueldos a sus dirigentes y en la que ingresaba donaciones de empresarios debidamente recompensadas luego con contratos públicos.
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