El 20 de julio de 2013, durante sus vacaciones estivales, Vladímir Putin pasó unos días en Siberia practicando una de sus aficiones favoritas. La pesca del Lucio. Ataviado con uniforme militar de camuflaje y un cutre sombrero de vaquero americano el líder ruso sacó una pieza de 20 kilos con una sencilla red de pesca y le dio un beso en la boca sin torcer ni gesto ni brazo. Una cámara de la televisión pública estaba allí para inmortalizar el ósculo. En aquel momento nacía un mito de las redes sociales.
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En política exterior nos lo intentan vender como "el malo" y vemos que es el único con huevos y que dice las cosas "como son", hablando de intereses estratégicos y no de "justicia" y otras chuminadas mientras se financian moros locos.
Es decir, es un malo con carisma y de los que al final igual descubres que es más bueno que los buenos.
Unos ven al malo que arrebató Crimea a sus hermanos y ha tratado de desestabilizar al gobierno.
Y otros ven que salvó a los de Crimea de un golpe de estado fascista sin pegar un solo tiro ya que le recibieron con los brazos abiertos, y ha intentado luchar contra ese gobierno fascista financiado "por los buenos".