Como ya es tradición en las jornadas electorales, las cuentas fantasma y los orgullosos ciberfachas de Twitter, se vienieron el domingo arriba como un cazo de leche al fuego sin control. sus tres millones y medios de votantes, por lo visto, no son fascistas sino ciudadanos enfadados con el actual sistema político a los que hay que respetar, ya que hay que ser tolerantes.
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Que no seamos una pandilla de islamófobos que no conoce de matices y criminaliza grupos humanos enteros, no quiere decir que apoyemos el islamofascismo como hacen los aliados del Golfo que nunca verás en ninguna "lista negra".
Es tan simple como que mucha gente de clase media-baja ha oído campanas (recuperar soberanía y competencias autonómicas, homologar la Sanidad en todo el Estado, etc) y le suena bien. Y realmente se creen que esa panda de hijos de papá está peleando por su bienestar y el de sus hijos a brazo partido.
Toneladas de populismo, ranciedad y patrioterismo de pegatina y pulserita, vale. Pero la mayoría de esos votantes NO son "fascistas" (no caigamos en maniqueísmos, por favor).