La respuesta europea a la crisis económica derivada del COVID-19

No habrá coronabonos, ni siquiera ahora, cuando se podría justificar una medida tan extraordinaria. Finalmente los ministros de economía del Euro han firmado un acuerdo que pone medio billón de euros a disposición de los países que necesiten ayuda para superar esta situación. Parte de esa ayuda provendrá del MEDE, aunque no habrá que someterse a condicionalidades si los fondos se utilizan para enfrentar los gastos sanitarios derivados de la pandemia.

España e Italia muestran una cierta satisfacción por el acuerdo, aunque probablemente sea porque no les quede otro remedio. A Holanda se le escapa un 40% del MEDE sin necesidad de un memorándum de entendimiento pero debería estar suficientemente satisfecha. Ni por cuantía, ya que lo que cada país podrá recibir sin contraprestaciones es una ínfima parte de lo que deberá gastar. Ni por origen, ya que la utilización del MEDE no supone recabar fondos adicionales, se usará una parte de un fondo del que ya estaba previsto su uso y, sobre el papel, dotado de una cantidad de dinero.

Hay que aclarar que aunque se hable mucho de la actuación del BCE, de momento éste compra los títulos de deuda en el mercado secundario. Esto significa que para que un bono español acabe entre los activos del BCE, primero ha tenido que pasar por que lo comprase otro, y por tanto, al precio de mercado que también habrán pagado los que pensaran quedárselo o especular posteriormente. Es indudable que quien compre un bono español con la casi seguridad de poder revenderlo al BCE tiene el incentivo de actuar como intermediario y si el BCE al final cobra lo que se le debe, habrá hecho negocio, aunque no fuera esa su primera intención, y si el BCE hace negocio, el resto de sus actuaciones costarán menos a Europa, por lo que beneficiará a los países del Euro. Solo que este beneficio será a costa de algunos de los propios países del Euro, con el sacrificio de un mayor tipo de interés para los que peor están. Esto no deja de ser curioso, pagar más quien más necesita ahorrar gastos. Todo muy justo. Pero así son los negocios, dirá alguno.

Resuelto el tema de como afronta Europa el problema, como siempre, sin que nadie quede satisfecho, queda ver si la solución es coherente con la situación de los países que, en principio, se beneficiarán de las ayudas, al menos en el caso de España.

Un aspecto del debate, tanto en la calle como, por lo que nos cuentan, en los despachos donde cada representante asistía a la videoconferencia, es la propia necesidad de solicitar ayuda a los socios europeos. Se ha acusado a España de no estar en una situación adecuada para ponerse a pedir grandes cantidades de dinero a los mercados.

Alguien podrá preguntarse cual es el motivo de que España y otros países tengan tanto rechazo a la condicionalidad. Hemos tenido a los hombres de negro y tal como vinieron, un día dejaron de venir. Sería que ya no les correspondía hacer nada. Puede ser interesante incidir un poco en este hecho, que tras la experiencia, los países pongan tanto empeño en no volver a ver a los hombres de negro revisando sus cuentas. Cada uno puede tener su opinión, incluso que las acusaciones de Holanda tengan un origen cierto y los hombres de negro descubrieran que debajo de las alfombras del ministerio de economía había algo más que polvo. Sin embargo, el caso de Grecia hace pensar que tampoco encontrarían tanto con lo que acusar a España, visto que sí airearon bastantes trapos sucios referentes a Grecia. No digo que no haya habido inversiones mal planificadas, lo que digo es que no creo que descubrieran fraudes evidentes. Pero el hecho es ese, no querer volver a ver a los hombres de negro puede significar que quienes los dirigieron no fueron tampoco lo diligentes que sería de esperar, puesto que pusieron en contra a los gobiernos de los países donde estuvieron y en estos momentos son esos mismos países los que parecen más cercanos a necesitar la ayuda del MEDE.

Otro dato a tener en cuenta es que la situación de España en ningún caso se puede calificar como de eterno deudor. España gastó todo su crédito en salir de la crisis de 2008. De un volumen de deuda inferior al 40% del PIB decidió endeudarse hasta el 100% del PIB. Tal vez se pueda discutir si aquel auto rescate estuvo bien o mal, si habría que haber dejado caer las entidades endeudadas y si habría que haber hecho recortes. Nadie tiene la respuesta y nadie puede saber si ahora nuestras infraestructuras sanitarias estarían peor que ahora, cuando se les está estresando. Pero el hecho incontestable es que hace 12 años, en cuestión de deuda pública, España era un país bien posicionado, con sus autovías sin coches y sus aeropuertos sin pasajeros que, por mucho que hubiera que pagar, las propias reglas de la UE ya contabilizarían. No, España no era tan mal alumno, o lo era a sabiendas de todos y los que hoy critican, entonces callaban.

España ha pasado de un déficit de más del 10% del PIB al 2,7% el año pasado. Sí, es superior al que se acordó con la UE. Pero un déficit que no llega al 3% del PIB en modo alguno permite afirmar que se esté ante un país derrochador. Tan mal cumplidor de sus promesas a la UE como se quiera, pero muy cercano a la ortodoxia tan aireada por otros países. Además, no se pudo estar preparado porque no había margen debido a los recortes para reducir el déficit. Aunque haya habido despilfarro, no ha podido ser de gran magnitud porque la UE lo habría impedido no aprobando las cuentas españolas. No mujeres y vino, tal vez algo tan merecedor de crítica como penosa coordinación entre las distintas administraciones, fallos en la recaudación impositiva, fraude, el servicio de la deuda y también unas pensiones que han sufrido mucho para financiarse, los viernes sociales o la igualación de salarios de policías. Todos ellos terribles derroches, o tal vez no.

Exigir que cada uno asuma su culpa y arrastre las consecuencias de sus acciones también debe ser constante en el tiempo. No se puede hacer tabla rasa cuando interesa y recordar puntualmente el pasado, también cuando interesa. Los países que piden los coronabonos sin duda están pidiendo ayuda a sus socios. Pero aunque solo fuera ayuda para evitar que unos se financien de manera más barata porque en la crisis de 2008 todo su empeño fue salvar su propia banca acogiéndose al cumplimiento de los compromisos adquiridos hacia sus entidades bancarias aún a costa de que sus socios incumplieran esos mismos compromisos mercantiles y evitaran con dinero público la quiebra de las cajas de ahorros. Eso es una transferencia sur-norte en toda regla. Se alaba a Alemania por haber hecho sus deberes pero se olvida que esos deberes fueron financiados a precios más altos que los que hubiera tenido que pagar Alemania si hubiera tenido que hacerlo ella misma. Eso sí es despilfarro y eso sí es beneficiar al especulador. Recordemos además lo dicho sobre el BCE y ese otro beneficio que puede obtener a costa también de los países del sur. Ya solo con esto en mente habría motivos más que suficientes para deducir que en la UE hay algo en el tema económico que falla gravemente.

Como última reflexión, decir que ni todas las empresas alemanas u holandesas son buenas, ni todas las españolas o italianas son malas. Sin embargo todas, absolutamente todas las empresas alemanas u holandesas parten de unos tipos de interés, si van a un banco a pedir un crédito, inferiores a aquellos de los que parten las empresas españolas e italianas. Esa diferencia, que no está basada en las expectativas de cumplimiento de los compromisos adquiridos por parte de esas empresas, se da por un solo motivo, el del lugar donde radica la empresa. La misma empresa, con la misma cultura, con los mismos directivos, con las mismas instalaciones en los mismos lugares, tiene sin embargo distintas condiciones según sea de un país o de otro. Esta es la tercera ventaja competitiva de los países del norte, la financiación a distinto precio en un único mercado.

Y no ha sido necesario acudir a conceptos como la religión, la cultura o el hábito de la honradez. Tal vez sea porque tienen menos importancia pero son más cómodos de airear sin que a quien lo hace deban sacarle los colores.