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El reto de los 30 cuentos. 11.- Los tiempos cambian

El otro día, en la empresa. 13:00. Creí que era la hora de almorzar, pero habían cambiado la hora. Cuando llegué al comedor de la empresa, el gran reloj de pared marcaba las diez. Yo había mirado mi reloj hacía un rato y marcaba la una. Volví a mirarlo: en efecto, ahora marcaba las diez. Ahora tendría que trabajar tres horas más hasta la hora de comer. En el comedor no había ninguna actividad, ni se oía ningún ruido proveniente de las cocinas, así que me imaginé lo que iba a pasar. Cuando volviera, dentro de tres horas, habrían cambiado la hora otra vez. Otro día que me quedaba sin comer. Podía ver la decepción en las caras de mis compañeros como si fuera una pancarta silenciosa. Pero nadie se quejó, nadie protestó.

Más tarde, dentro de mi cabeza. El Plan Radical de Ajuste Temporal (PRATEM) forma parte de las últimas medidas del gobierno para luchar contra la crisis. El acceso a todos los relojes del país desde los ordenadores centrales del ministerio y los cambios de hora sin previo aviso forman parte de las medidas diseñadas para incrementar la productividad y reducir el gasto público. Esto se traduce en que la gente pasa más horas en sus trabajos y menos tiempo en actividades inútiles. Estas medidas han sido aprobadas por el gobierno elegido por mayoría absoluta. Son legales, por lo tanto justas. “La ley es justicia” fue el lema con el que el Partido del Poder ganó las elecciones.

Otro día, en el supermercado. Las estanterías están llenas de cajas de colores, pero al menos la mitad están vacías. Un sensor detecta cuándo has cogido una caja, así que tienes que quedártela y pagarla igualmente aunque notes que no pesa. Se te quitan las ganas de probar con otra, porque todos los precios han subido. Se cuenta que una mujer empezó a coger todas las cajas de una estantería y que todas estaban vacías, pero seguro que son rumores propagados por los subersivos. Dicen que se la llevaron los empleados de seguridad y que nadie la volvió a ver. No sé, podría ser cierto. La ley lo permite, así que no veo por qué no iban a hacerlo.

En plena noche, en mi casa. Suena el despertador. Juraría que no hace mucho que me quedé dormido. Miro el reloj. Es la hora de ir al trabajo. Tengo la impresión de que no descanso mucho en estos tiempos. La televisión está encendida y dos presentadores muy serios desglosan las cifras de productividad y eficiencia de las empresas nacionales. Los resultados no son buenos. El Partido del Poder prometió que nunca mentiría. Tal vez por eso solo nos da malas noticias, porque la realidad es dura, la vida es dura y nosotros ya no somos unos niños a los que se engaña con facilidad. Las medidas del gobierno cuentan con el apoyo absoluto de todos los partidos de la oposición. Ya nadie nos miente.

Más tarde, en el trabajo. Me llama mi supervisor a su despacho. Mis cifras no son buenas. Los números nunca son buenos para nadie. Me dice que el proyecto en el que estaba trabajando tenía que haber sido acabado hace tres horas. Miro mi reloj. La hora ha cambiado de nuevo, por lo tanto tiene razón. Los relojes no mienten. El tiempo es justicia.

De noche otra vez, en el transporte colectivo. El vagón se detiene tres paradas antes de llegar a mi destino. Una voz nos anuncia que es el final del trayecto. En el andén compruebo que, en efecto, el plano del recorrido de esta línea acaba aquí. Bajo el símbolo de la compañía de transportes leo un nuevo lema publicitario: “El tiempo es espacio. Ahorra espacio, ganarás tiempo”. Me parece muy bueno y me doy cuenta de que tiene razón. No es un gran esfuerzo individual caminar una hora hasta casa, pero si lo multiplicamos por los miles de personas que van a hacerlo cada día a partir de ahora, el beneficio colectivo es inmenso. Al volver a casa la televisión me recuerda que las nuevas medidas para la racionalización en la gestión de los espacios colectivos (creo que eso han dicho) fueron aprobadas hace varios días. Y yo no me acordaba, qué despistado soy.

Otro día, en el supermercado. Una joven está en la cola de la caja, justo delante de mí. Se la ve nerviosa. El dinero no le llega. Le dice al cajero que creía que había calculado bien. Sonríe y dice que es como si los precios hubieran cambiado desde que cogió los productos hasta que llegó a la caja. El cajero le pregunta si quiere hacer una protesta oficial y ella se deshace en excusas, pero alega que no puede pagar. La situación se pone tensa. Efectúo un rápido cálculo y me ofrezco a pagar lo que le falta. Siento el alivio en su aliento cuando suspira.

Me está esperando al salir, para darme las gracias. Intercambiamos un par de frases. Volvemos juntos caminando y al llegar a la puerta de mi casa la invito a subir. Follamos.

Por la mañana. Hoy es festivo. No ha sonado el despertador y la tele ha dicho que hoy se celebra la primera Jornada Nacional del Tiempo Gratuito. No sabemos bien qué significa eso. Supongo que los próximos días habrá que trabajar más, pero hoy lo celebramos pasando el día juntos en la cama, abriendo cajas vacías del supermercado y comiendo el chocolate que apareció en lo que se suponía que tenía que ser un paquete de salchichas. Se llama María y me parece hermosa.

Algunos días después, en el trabajo. Mi supervisor me anuncia cambios. Me dice que debido a mi nueva situación familiar y al tiempo de experiencia acumulado, voy a ser trasladado a una nueva delegación en las afueras. Mi sueldo se incrementará en un cincuenta por ciento. Al mismo tiempo, pero esto lo sabré después, a María le están anunciando que debido a su nueva situación familiar, y tal como marca la ley, su sueldo se verá reducido en un setenta y cinco por ciento. Es legal, nos parece justo.

Un lunes. Llega una carta. El gobierno nos comunica los cambios en nuestra filiación. Yo tengo tres años más de lo que pensaba. María cinco menos. Además, ahora se llama Carla. La veo más bajita y la recordaba morena. Pero me gusta. La televisión nos dice que la popularidad del Partido del Poder no para de crecer en las encuestas, pero también la de los partidos de la oposición que han hecho gala de una gran responsabilidad en estos tiempos tan difíciles para todos. El presidente, en una comparecencia excepcional ha anunciado la fecha de las próximas elecciones. Serán mañana.

Es lunes otra vez. Recibo un memorandum con los programas de los diversos partidos. Me cuesta decidirme. El Partido del Poder está haciendo todo lo que era necesario y nunca nos ha mentido. Los partidos de la oposición prometen más justicia y nuevas leyes, pero yo no soy capaz de ver las diferencias. Pido consejo a mi supervisor. Me dice que decida libremente. Mañana es el día decisivo.

Sigue siendo lunes. El gobierno ha aprobado un decreto de emergencia por el que se suspende el paso del tiempo. Seguirá siendo lunes hasta nueva orden. Dicen que son necesarias nuevas medidas de control por el bien de la población. El presentador anuncia los cambios. Sin duda, se trata de un plan muy ambicioso, con “medidas de gran calado” como dice el presentador. Todos los partidos de la oposición cierran filas en torno al presidente. Se aprueban cientos de nuevas leyes, por lo tanto todo es justo. Carla aprieta mi mano.

Hace mucho tiempo que es lunes. Todo va bien.