En Brasil, en la Parroquia de Santa Ana en la localidad de Gravatá, nadie podría imaginar que a parte de recibir misa podrían adoptar animales sin hogar pero, todos los domingos, la iglesia da la bienvenida no solo a sus feligreses, sino también a los perros callejeros.
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Hace años que estuve por ahí, recuerdo como una mujer vino corriendo a pedirnos que no les diésemos dinero, que ya estaban muertos y que si nos sobraba lo donásemos a asociaciónes que se dedicaban a luchar contra la droga, también recuerdo que nos dijo a que calles no podíamos entrar porque los mismos niños que nos daban pena no dudarían En matarnos para comprar droga. Pero hay que ayudar a los perros