[c&p] «Eres la oveja negra de la familia». La imagen se instaló con fuerza en nuestro lenguaje hace siglos para designar lo peor de cada casa, el hijo descarriado, el nieto bandarra, el hermano calavera, el diferente, en definitiva. En el imaginario popular, ser oveja y ser negra no era –ni es– precisamente, un signo de bondad, sino todo un estigma. Lo más curioso es que, pese a la viveza que aún conserva la metáfora, prácticamente ningún español de las generaciones más recientes ha visto una oveja negra... Porque desde hace unos 50 años (*)
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Cuando se dice, por ejemplo, -uno de tantos que puedo decirte- "el borrico a la linde", no verás hoy por hoy un borrico labrando.
PD: A mí me gusta más que me llamen Perro verde, que oveja negra. Es lo mismo.
Aquí hay más putas que perros descalzos.