A nadie le pasó desapercibido el grito del público que arengaba Santiago Abascal en la noche electoral que vivimos tristemente el domingo. Gritaban “a por ellos oeee”, como si estuvieran en un estadio de fútbol. Pero no estaban en un estadio de fútbol, sino en una celebración de los resultados de la extrema derecha españolista, que pasa a ser la tercera fuerza más votada. A juzgar por las imágenes, esa muchedumbre quizás no era tan numerosa como preocupante.
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Otros se dedican a sacar a Franco de una tumba para meterlo en otra (cosa que no ha influido en absoluto en el voto a Vox, por más que se empeñen los medios en asegurarlo), llevan décadas promoviendo el adiestramiento del separatismo en Cataluña, piensan que el cambio climático se evita subiendo los impuestos al diesel, sin importar el impacto a la economía, son corruptos (ERE) y maltratan a los hombres a favor de un sobreactuado feminismo mal entendido
Si los grandes partidos abordan esos problemas de frente y con ánimo de solucionarlos, VOX se desinflará. Si lo que hacen es burlarse de sus votantes y que la batería progre despliegue sus chistes, VOX acabará alcanzando mayoría absoluta. Estoy completamente seguro de ello.
Por ahora no vienen contra mí, pero me temo que solo es cuestión de tiempo.