Hubo un tiempo en el que todo el mundo veía los mismos programas de televisión, y así, durante trece semanas de 1978, la dinastía Julio-Claudia devino protagonista habitual de las conversaciones de café en España. No es que los espectadores no estuvieran familiarizados con los antiguos romanos (al fin y al cabo los años de apogeo del peplum no quedaban tan lejos en el tiempo), pero la emisión de Yo, Claudio por la entonces llamada primera cadena de RTVE resultó chocante en muchos aspectos.
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Recomiendo ver también los extras del DVD (bueno, los), que me imagino que estarán por ahí.
Y quien quiera ver a Derek Jacobi ahora en otra gran serie, Last Tango in Halifax.
Un becario lo habría hecho mejor.
Por lo demás pedazo de serie.
Si bien el armazón de la historia, la descripción gélidamente zoológica de una familia endogámica hasta la náusea y azotada por la locura que se devora a sí misma, no era ni mucho menos la alegría de la huerta sino más bien una horripilante sucesión de atrocidades, no carecía, por otra parte, de toques de sutil y autorreferente humor británico —no vale la pena conquistar Britania, decía Druso, porque allí no hay nada de valor y los Britanos son malos esclavos; o, al quejarse Mesalina de su aburrimiento, el actor Mnester, su amante, le respondía que tal vez debía haber acompañado al emperador en la invasión de Britania, «pues dicen que los hombres son allí tan salvajes que las mujeres viven en un permanente estado de éxtasis», para a continuación proponerle desafiar a Escila, la más famosa prostituta de Roma, a un torneo de resistencia— ni de destellos de auténtica ironía trágica —Livia, la esposa de Augusto, que ya había decidido eliminar a los nietos de este para allanar el camino a la sucesión de su hijo Tiberio, abrazaba a los niños afablemente, y el emperador, arrobado ante la escena, la celebraba como imagen del verdadero espíritu de la familia romana—.
Me acuerdo, sobre todo, la escena en la que deja de tartamudear, como haciendo saber, que se hacía pasar por tonto para que no lo mataran.
También hubo otra serie, no recuero bien, QBVII o algo así.
Bulwer-Lytton Fiction Contest
www.bulwer-lytton.com/
Ganador 2007
Gerald began--but was interrupted by a piercing whistle which cost him ten percent of his hearing permanently, as it did everyone else in a ten-mile radius of the eruption, not that it mattered much because for them "permanently" meant the next ten minutes or so until buried by searing lava or suffocated by choking ash--to pee.
Gerald comenzó -- pero fue interrumpido por un silbido penetrante que le costó el diez por ciento de su audición de forma permanente, como le pasó a todos los demás en un radio de diez millas de la erupción, que no es que importara mucho porque para ellos "permanentemente" significaba los diez minutos siguientes hasta que la lava abrasadora los enterrara o los asfixiara la ceniza --- a orinar.
A este le han dicho que escriba como lo hacen en Jotdown (será nuevo) y ha confundido un poco el nivel de pretensión.
Quise imaginar lo que podría significar oxoniense y no lo acerté:
Solución:
Perteneciente o relativo a Oxford