Es cierto que la pistola (o la porra) crea al pistolero, y más si consagras en tu Carta Magna el derecho a adquirirla y a portarla como bien saben en EEUU. Al que lleva un martillo en el bolsillo todo se le vuelven clavos y la tentación de terminar -que no resolver- los problemas por la vía expeditiva del palo o del tiro se vuelve muy peligrosa. Pero también es cierto que el problema de la violencia policial es en gran medida ideológico (nacionalistas mesetarios, yihadistas del anticomunismo y voxenetas en general), y que, por tanto, no se va a solventar mejorando los controles de acceso a los cuerpos y fuerzas policiales.