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Por qué lo de Ucrania aún no es una guerra al uso

Parece una guerra. Muere gente como en una guerra y se causa destrucción como en una guerra, pero el caso es que, visto bajo la óptica de lo que siempre hemos entendido como una guerra, en Ucrania no se ha llegado aún, ni de lejos, al peor de los escenarios.

Tenemos a un bando, el defensor, que ha movilizado hasta a las ranas, ha suspendido o puesto entre paréntesis su producción económica y ha orientado al totalidad de su vida diaria a defender el territorio y la soberanía de su país.

Pero resulta que el otro bando, el invasor, ha enviado aproximadamente al 5% de sus tropas y alrededor de un 20% de su capacidad de combate a una misión militar de invasión y destrucción de su vecino. Es una barbaridad, por supuesto, pero no tiene nada que ver con el viejo concepto de guerra en el que dos estados, naciones o entidades jurídicas se jugaban su supervivencia. Aquí sólo hay uno que se esté jugando su supervivencia.

El invasor, entre tanto, no ha lanzado bombardeos masivois sobre ciudades ni infraestructuras críticas. El invasor permite que al aeropuerto de la capital enemiga sigan llegando, de visita, líderes políticos que apoyan al invadido. ¿Os parece serio que tropecientos presidentes hayan visitado ya Kiev en estos seis meses de combate? ¿Os parece medio normal que, al enemigo, ni siquiera le cortes la luz, ni le bombardees sus estaciones de transformación, ni sus infraestructuras energéticas ni siquiera sus antenas de telefonía móvil?

Una fuente bien informada me cuenta que, en la mayor parte del frente, sigue habiendo cobertura de móvil. No tengo razones para dudar de su palabra en un tema como este, y por eso lo comparto. ¿Pero en serio? ¿Cómo es que aún hay agua corriente en Bajmut, por ejemplo, y en otras ciudades asediadas?

Como en el caso de Irak, Corea, Vietnam o Afganistán, se trata de una fuerza expedicionaria que va a cumplir un objetivo político y militar mediante una agresión armada. Pero no tiene nada que ver con Austerlitz, Bailén, Stalingrado o Verdún.

Lo más importante en este caso, a mi modo de ver, es que la situación está muy lejos de haber alcanzado la máxima intensidad posible, armas nucleares aparte. Los rusos no necesitan una bomba atómica para dejar Kiev como Berlín o Dresde. Por la razón que sea, entienden que ni es el momento, ni es el objetivo, pero no caigamos en el error de pensar que las cosas no pueden empeorar.

Pueden ponerse peor, y mucho.