El cristianismo y el independentismo catalán

Cuentan las historias que un tal Jesús de Nazaret (Carles Puigdemont) levantó al pueblo de Judea (Cataluña) con numerosas soflamas y audacias. Pocas cosas podemos dar por ciertas de aquellas cuitas, pero entre las que los eruditos aceptan como muy probables estaba su predicación de actuar pacíficamente y poner la otra mejilla ante la violencia de los que intentan imponer su voluntad. Solo así, decía Jesús, se conseguiría el Reino de Dios (Independencia de Cataluña). La provincia de Judea, pese a encontrarse bajo dominación romana (Reino de España), aún gozaba de cierta autonomía, así que sus mismas autoridades dieron respuesta a la rebelión promovida por Jesús. El Sanedrín (Tribunal Superior de Justicia de Cataluña), integrado por los fariseos (legalistas hipócritas), le imputó tres cargos, a saber: pervertir la nación, promover la desobediencia y auspiciar la sedición contra el Imperio romano (Reino de España). Por su parte, el inepto procurador romano, un tal Poncio Pilato (Mariano Rajoy), pretendiendo lavarse las manos como si no pasara nada y la cosa no fuera con él, decidió finalmente sentenciar lo que un grupúsculo pagado e infiltrado entre la muchedumbre (tertulianos de la ultraderecha) vociferó insistentemente: ¡Crucificadlo! ¡Se dice el Hijo de Dios! ¡Se dice el Rey de Israel!

Varios años (días) más tarde, los soldados romanos (policías y guardias civiles de España) reprimieron salvajemente a los seguidores de Jesús, el movimiento de los cristianos (catalanes que querían decidir).

Dos mil años después, los cristianos se extienden por todo el mundo y se reúnen diariamente para adorar a un sedicioso, símbolo de libertad, igualdad y fraternidad. Eso no les impide echar todo su odio y su violencia contra otros sediciosos que ponen la otra mejilla en pos de la libertad. Este parece ser el caso de los españolistas cristianos... ¿será también el caso de los catalanistas del futuro, cuando los trabajadores catalanes demanden más democracia y justicia social?