El lavado de cara de Robin Hood: de sicario a comeflores

La Edad Media está plagada de personajes que se mueven entre lo histórico y lo mítico, y tal vez la historia de Robin Hood, con su lucha en favor de los más débiles, sea una de las más repetidas. Lo cierto es que no se conservan documentos fiables ni pruebas definitivas de que el bandido del bosque de Sherwood existiera (al contrario que el Cid, por ejemplo, que sí está documentado), pero ya desde el siglo XIII la tradición se encargó de cantar las alabanzas de este proscrito que robaba a los ricos para repartir el botín entre los pobres. 

El relato canónico actual de Robin Hood no es el original

A poco que nos pongamos a reflexionar sobre el relato canónico actual de la historia de Robin Hood, enamorado de Lady Marian, al que acompañan sus amigos, los merry men, y que siempre está preparado para trollear al sheriff de Nottingham, nos daremos cuenta de que en la Edad Media este comeflores habría durado menos de lo que se tarda en decir “te mando a las cruzadas”. Así pues, muchos han sido los historiadores que se han interesado por esta historia y han tratado de indagar cuánto había de verdad en ella, mientras que en la industria del cine se han empeñado en mostrárnoslo como un idealista enamorado. 

Las primeras menciones de la literatura a este personaje, como un texto de Walter Bower del siglo XV, retratan a Robin Hood como un “famossus siccarius al que el necio populacho gusta celebrar”. En estas historias no existe una moraleja, ni el idealismo que se le achacó después, sino que simplemente sirven para entretener a los campesinos con las hazañas de un grupo de forajidos cuyo líder era especialmente hábil en el manejo del arco. 

Las gestas de Robin Hood nos han llegado en forma de numerosas baladas, que primero se transmitieron de manera oral y quedaron plasmadas tras la aparición de la imprenta en libros como Una gesta de Robin Hood. En las primeras baladas no se hace alusión a que el botín de Robin Hood fuera a parar a los pobres, aunque en la Gesta sí que se menciona que el bandido le hace un préstamo a un caballero que había caído en desgracia, si bien finalmente le dice que no hace falta que se lo devuelva. En esa misma balada hay un capítulo en el que roba a unos viajeros y hace el propósito de darle lo robado al próximo que pase por el camino si es que es pobre. 

Investigaciones académicas sobre Robin Hood

Es en el siglo XIX cuando empiezan las investigaciones serias sobre su personaje, y cuando el archivero Joseph Hunter se topa con la historia de un tal Robyn Hode que en 1324 deja su trabajo como ayuda de cámara del rey Eduardo II, en un movimiento similar al que se relata en la balada Una gesta de Robin Hood. No obstante (y para alivio de los familiares hipotéticamente preocupados por la reputación de su ancestro) no hay pruebas de que Hode fuera un proscrito.

Una de las investigaciones actuales más aceptadas, dirigida por Graham Philips y Martin Keatman, señala que la figura de Robin Hood fue una mezcla de tres personas distintas:

- Robert Hood de Wakefield que era un soldado del ejército rebelde del conde de Lancaster y que acabó al servicio de Eduardo II en 1324 (lo que concordaría con la teoría de Hunter).

- Un campesino proscrito del bosque de Barnsdale hacia 1223.

- Fulk Futz Warine, uno de los barones que se alzaron contra el rey Juan entre 1200 y 1215. Este señor además fue protagonista de un romance compuesto hacia 1325.

Lo que es bastante seguro es que no vivió en los tiempo del rey Ricardo Corazón de León (que fue muy a principios del siglo XIII), ya que de hecho en sus baladas al rey que más se menciona es Eduardo II. Otro obstáculo para datar a este personaje es que la Edad Media se encuentra plagada de referencias a cazadores furtivos, criminales y salteadores de caminos. Y da la casualidad de que muchos de ellos se llaman Robin Hood o alguna variable de ese nombre, por lo que se hace difícil separar la realidad de la ficción (y del trolleo de los criminales).  

Una de las hipótesis más expandidas es que Robin Hood era un apodo típico de los proscritos, y que fue muy usado durante la Edad Media en distintos puntos de Inglaterra. Incluso hay recogido un incidente en 1441 en el que un grupo de propietarios rurales de la zona de Norfolk bloquearon un camino al grito de: “¡Somos hombres de Robin Hood, guerra, guerra, guerra!”, y esta fecha es ya muy tardía para los años en los que se supone que vivió este personaje. 

Un héroe sin piedad

Las baladas de Robin Hood no solo muestran un bandido que roba a los ricos para beneficiar a los pobres, sino que en la Gesta, Robin incluso llega a decir al Pequeño Juan que nunca dañen “a un campesino que labre con su arado”, “ni a ningún caballero ni a escudero” pero que en cambio “a obispos y arzobispos lo apalearéis y ataréis”. Por cierto, capítulos como este hacen que parte del relato de Robin fuera censurado por ser demasiado anticlerical para el público durante el siglo XVII.

En una de sus aventuras, Robin Hood mata a un niño para que le diga la verdad, y en un texto del siglo XV se califica al bandido como a un "simple sicario". Teniendo en cuenta que estamos hablando de la Edad Media, es posible que este perfil violento ayudara a mantener al público más en vilo cuando llegaban los juglares a los pueblos a contar sus aventuras.

Pese a todo, el blanco de las travesuras de los merry men suele ser el sheriff de Nottingham, que encarna la arbitrariedad y la crueldad de la nobleza. De hecho en la Gesta finalmente atraviesa al sheriff con una flecha y luego lo degüella con una espada. Y si queréis conocer el verdadero final de Robin Hood os animo a que leáis la Gesta de cabo a rabo y descubriréis cuál es la treta que acaba con el bandido (os ahorro los spoilers, aunque como es un personaje medieval ya podéis sospechar que acaba muerto de una manera muy sanguinaria). 

Según el profesor Rubén Valdés, no es hasta el siglo XVII cuando ya aparece la figura de Lady Marian para suavizar el personaje de Robin. De hecho, en las primeras historias del forajido moría muy joven y quienes se encargan de vengar su muerte son su banda de merry men.  

La leyenda de Robin Hood, del trovador a la imprenta

Existen leyendas y canciones sobre el personaje de Robin Hood ya desde el siglo XII y tenemos los primeros textos escritos sobre sus hazañas ya en el siglo XIV. Como sabéis, la mayoría de la literatura medieval era oral y consistía en cantares que se repetían por los pueblos. Los cantares con más éxito han sido en su mayoría los que nos han llegado hasta nuestros días, y conforme avanzamos en los documentos del siglo XV las alusiones al bandido de Sherwood se vuelven más concretas y numerosas. 

Las baladas son la forma que toman las hazañas de los héroes ingleses, y van pasando de boca en boca, incluso durante varias generaciones, hasta que se fijan por escrito. Las baladas de Robin Hood más antiguas son Robin y Gandalín y Robin Hood y el monje, de mediados del siglo XV, aunque en la primera no se menciona su apellido ni siquiera, aunque la imaginería que lo acompaña es inequívoca, con su arco y escondido en el bosque con sus amigotes. 

En el siglo XVI las baladas se aprovechan de la imprenta y es cuando aparece Una gesta de Robin Hood, la narración más larga y completa sobre este bandido. Da la sensación de que son varios episodios puestos uno a continuación de otro, que pudieron originarse por separado y se unieron para publicarlos en un libro.

Fotos: 1, 2

Fuentes

Bandidos. Eric Hobsbawm. Editorial Crítica, Barcelona, 2001.

Robin Hood. La historia del hombre que dio vida al mito. Graham Philips y Martin Keatman. Temas de Hoy, Madrid, 1995.

Ballads of Robin Hood. Leigh Hunt. Leopold Classic Library, 2017.