¿Qué feminismo?

Vienen tiempos oscuros. Si es que alguna vez se fueron. El signo que los anuncia no es el auge del feminismo, ni del anti-machismo o el anti-patriarcado, sino el abuso de una forma de razonar que, de implementarse en los hábitos del personal, tal y como parece estar sucediendo, el feminismo mismo quedará reducido a la condición de un mero vehículo conductor y propagador del dogmatismo que, desde el comienzo mismo de la historia, no ha hecho otra cosa que cambiar para seguir siendo el mismo.

    El razonamiento que vemos en múltiples variantes reproducirse una y otra vez puede resumirse como sigue:

(Premisas mayores varias:)

  • las mujeres son víctima habitual de multitud de abusos;
  • la civilización occidental es machista;

(Premisas menores varias:)

  • la denunciante es mujer;
  • las acusaciones de la denunciante son muy graves;
  • los acusados han cometido actos delictivos graves en otras ocasiones;
  • los acusados se encontraban es superioridad numérica;

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(Conclusión:)

  • ergo los reos son culpables.

    Con indistinción de la verdad o la falsedad del contenido de este razonamiento, o sea con indistinción incluso de la verdad o falsedad del contenido de la conclusión, es erróneo. Éste es el punto que quienes con gran indignación han reaccionado estos días en contra de la mediática sentencia judicial no están dispuestos a aceptar, ni al parecer entender. Señalar aquí la falacia se trunca entonces automáticamente en una acusación de antifeminismo, de culpabilización de las víctimas, de negacionismo de la condición de sometimiento cultural e institucional de la mujer, de ensalzamiento de los acusados, si no de algo peor. Flaco favor le hacen al feminismo quienes así razonan.

    A los menos descreídos debiera sorprenderles que habiendo padecido todos nosotros las tan aclamadas bondades de la ilustre e ilustrada Educación durante no pocos años, siga siendo necesario recordar a cada paso que, si un razonamiento es falaz, eso no es porque las premisas sean falsas: las premisas pueden ser perfectamente verdaderas (e incluso el contenido de la conclusión) y aún así la conclusión no tiene porqué seguirse de las premisas, dado que la forma lógica del razonamiento es independiente de su contenido. De muchas cosas nos han informado en la Escuela, pero al parecer ésta, sin la cuál no hay inferencia que se sostenga, no ha acabado de comprenderse bien.

    Ello es que, a juzgar por el virulento éxito con que éste razonamiento se viene propagando, alguien podría augurar la llegada de las tinieblas, de tiempos tenebrosos para la razón, si no fuera, claro, porque hace falta profesar una gran fe para creer que hayamos nunca salido de ellas.