Usos de las momias a lo largo de la historia

Las momias son, junto con las pirámides, los vestigios más representativos del Antiguo Egipto. La momificación va aparejada a los enterramientos de este pueblo surgido a orillas del Nilo y todos los pueblos extranjeros que han tenido contacto con ellos se han sentido fascinados por ellas.

Debido a la obligatoriedad de la momificación para llegar al Más Allá en condiciones óptimas, el número de momias se cuenta por millones (sobre todo durante la Edad Media) y la mayoría de museos del mundo tienen al menos un par de ellas entre su colección. Además, existen momias de todos los periodos, tanto de animales como de personas y han sido momificadas con distintas técnicas.

De hecho tenemos noticias de momias desde los primeros asentamientos en las orillas del Nilo hasta bien entrada la época romana. El clima seco de Egipto permitía secar la carne de manera rápida (sí, en un proceso similar al que usamos ahora para hacer jamones que incluía cubrir el cuerpo con sal para que perdiera sus fluidos) y la religión propagó este tipo de enterramiento, sin el cual no se podía vivir correctamente la Eternidad.

El tráfico de los restos de los antiguos egipcios comienza ya en la época griega, cuando los comerciantes empiezan a descubrirlas. Sabemos que algunas momias de animales eran un souvenir muy preciado entre los helenos, aunque aún no hay pruebas concluyentes acerca de si también llevaban momias humanas en sus barcos al volver a Grecia.

Usos medicinales de las momias

Según el libro Momias: la derrota de la muerte en el antiguo Egipto de José Miguel Parra, las momias se usaron como medicina después de que médicos como Dioscórides (40-90 d.C) o Avicena (980-1037 d.C) cantaran las alabanzas de usar betún para curar todo tipo de dolencias, desde abscesos, fracturas, epilepsias o vértigos. Este betún, llamado mummia por los persas, pronto empezó a escasear. ¿Y a que no sabéis dónde podían encontrar una fuente abundante de una sustancia negra y pegajosa, que daba el pego, nunca mejor dicho? Correcto, en el interior de las momias, ya que las resinas y aceites con las que se embalsamaba a los antiguos egipcios se asemejaban a esta sustancia al oxidarse.

Los médicos occidentales recibieron con alegría el nuevo betún, ya que al presentar adherencias de carne o músculos de las momias, se potenciaban sus características medicinales. Como imagináis, el consumo de estas resinas, tanto inhaladas como digeridas, traía consigo vómitos, diarreas y otras dificultades intestinales, pero eso no iba a detener a los galenos antiguos, que siguieron recetando mumia hasta bien entrado el siglo XVII. El comienzo del cambio se lo debemos al francés Ambroise Paré que fue de los primeros en oponerse a esta sustancia, hacia 1580.

Momia como pigmento para pintores

Una vez en decadencia el uso médico de las momias, los pintores dieciochezcos encontraron una nueva utilidad. Triturando trozos de momia, y mezclándolos con una sustancia aglutinante obtenían un marrón bastante llamativo, que se secaba sobre el lienzo sin cuartearse y que recibió el nombre de “marrón de momia”. Este pigmento es uno de los más usados en cuadros tan icónicos como La libertad guiando al pueblo, de Delacroix.

El papel reciclado de vendas de momias

Un avispado doctor estadounidense, Isaiah Deck (1819-62) publicó un sesudo artículo en el Syracuse Standard explicando que cada momia contenía 16 kilos de vendas de lino y que, incluso importándolas desde Egipto, el lino salía a mitad de precio con respecto al fabricado en EEUU. Poco tardaron los avispados comerciantes en empezar la importación de estas piezas, hacia 1863, con las que conseguían tela barata.

Además, el papel en aquella época se fabricaba con tela (ahora se hace con pasta de madera) y durante la guerra de Secesión norteamericana había escasez de esta materia prima. Toda la tela que se fabricaba se utilizaba para hacer uniformes o vendas, así que los importadores de momias empezaron a emplear los envoltorios de estas para hacer papel de estraza.

Las momias y el ferrocarril egipcio

Uno de los relatos de momias más surrealistas (y no contrastado por más fuentes) se lo debemos a Mark Twain, que en su libro Inocentes en el extranjero narra cómo alimentaban con momias las calderas de los trenes de vapor egipcios.

Bien pensado, tampoco era tan mala idea usar momias para el ferrocarril, ya que sus materiales: resinas, vendas y papiros son altamente inflamables. Además, pesan relativamente poco, unos 24 kilos, y se supone que en aquella época aún eran muy abundantes.

Fuentes:

Momias: la derrota de la muerte en el Antiguo Egipto. José Miguel Parra. Editorial Crítica.

Inocentes en el extranjero. Mark Twain. Ediciones del Azar.

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