Virus: la victoria es inevitable. La derrota también

¿Cómo es posible calcular y conocer la forma, aunque sea aproximada, en que crece y decrece un virus? ¿En dos palabras? Determinismo Sistémico. En cierto modo, la ciencia nos da la capacidad para anticipar un futuro catastrófico. Pero también la posibilidad de evitarlo, o al menos, de minimizar los daños. Eso solo es posible porque ese determinismo no es absoluto y porque el ejercicio de eso que llamamos decisión provee a los sistemas complejos de un cierto grado de indeterminación que podemos controlar.

Esta curva, la Campana de Gauss, y otros constructos matemáticos ayudan a describir muchos fenómenos naturales. Pero ¿existe alguna ley física que respalde el determinismo de los acontecimientos, que nos permita distinguir entre lo inevitable y lo que podemos cambiar? La curva de contagios declina inexorablemente porque el número de personas que permiten la proliferación del virus es finito y nuestra victoria es inevitable. Aunque si solo se contagia una parte de la población los repuntes serán difícilmente evitables cuando se relajen las condiciones de confinamiento.

Recurso finitos = crecimiento finito.

Muchas veces se ha comparado el crecimiento del actual modelo capitalista como un virus letal para el planeta. En el informe del MIT sobre los límites del crecimiento hace ya 48 años, también se proponían varios escenarios de actuación sobre nuestro propio crecimiento económico para aplanar esa curva y poder llegar a un estado simbiótico de equilibrio que permitiera a nuestra civilización perdurar en el tiempo.

Pero hemos seguido el peor de esos escenarios, el crecimiento libre y descontrolado. Nosotros hemos pasado también nuestro propio pico de la curva. El decrecimiento no es imposible, es inevitable. Los límites biofísicos ya nos están constriñendo. Nuestro éxito era tan previsible como nuestra caída. Un simple virus ha paralizado medio mundo y ha hecho saltar la espoleta de una crisis económica global larvada. Eso no estaba en las ecuaciones. Quizá podamos evitar una caída "libre" si empezamos a vincular libertad con responsabilidad. El decrecimiento ya no es una opción.

En realidad, la victoria o la derrota depende en buena medida de que nos planteemos objetivos posibles para no malgastar recursos persiguiendo quimeras. Tomar en cuenta los límites biofísicos podría garantizar nuestra supervivencia como especie e incluso como civilización.