En general, vinculamos el concepto “desechable” a nuestros tiempos. Tenemos la idea de que, frente a la voracidad consumista y la rebaja de costes, que hace que salga casi más barato comprar algo nuevo que reparar lo viejo, antaño sí se cuidaba y se procuraba conservar los bienes aunque fuera a costa de remendarlos o arreglarlos una y otra vez. Y es cierto, lo que no significa que no hubiera algunas excepciones; una de las más singulares probablemente fue la de los barcos desechables decimonónicos.