Durante años, Ferdinand Piëch estaba obsesionado con lanzar un superdeportivo o, mejor dicho, un hiperdeportivo. Quería demostrar que Volkswagen podía lanzar una bestia de altos vuelos, un caza-récords, un deportivo que nos dejase a todos sin palabras, que estuviera en boca de todos por haber demostrado la capacidad tecnológica y el desarrollo de la ingeniería alemana.