Se hacían llamar ‘Las Faraonas’, de las cuales su cabecilla era una mujer, conocida en el bajo mundo como 'Ángela', encargada de dirigir un reservado en el barrio la Guaca, y reclutar las mujeres que servirían de señuelo para convencer a los clientes de ir al lugar, donde posteriormente serían ultrajados. Al salir del sitio las víctimas eran abordadas por supuestos funcionarios judiciales, los cuales solicitaban el documento de identidad de la acompañante, donde aparecía como menor de edad.
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