La dificultad para crear, recordar y administrar contraseñas largas y complejas y su manifiesta inseguridad, aconseja la implementación de nuevas formas de autenticación biométrica como las que hemos ido viendo en otros artículos. Más allá de huellas dactilares o de patrones del iris, una nueva investigación propone utilizar el mismo cerebro como contraseña del futuro.
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