La gente no necesita datos, sino cosas en las que creer ciegamente. El espacio que otrora ocupaba la religión ha sido sustituido por ideologías redentoras de la más diversa índole. La necesidad de pertenencia a un grupo hace necesaria una ficción compartida, y el método más efectivo para construirla es estimulando los sentimientos más primarios de la gente, orientándolos en la misma dirección, no tanto a través de filias como de odios comunes.
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