El río Tajo está muerto. Al menos en determinadas épocas del año, con muchos de sus tramos sin capacidad de regeneración de sus aguas contaminadas procedentes del Manzanares y el Jarama, como factor añadido, y sin el “caudal ecológico” adecuado para la supervivencia de los ecosistemas vegetales y animales, incluso humanos, ya que la captación de sus aguas en la cabecera del río están destinadas exclusivamente a abastecer al Levante español, cuenca receptora que obliga a decenas de pueblos de la cuenca cedente (Guadalajara y Cuenca)
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