“¡Buenos días!”, vociferaba hace poco un altavoz en un suburbio de clase trabajadora de São Paulo llamado Jardim Monte Alegre. “¡Traemos tu vacuna contra la fiebre amarilla y hoy iremos de casa en casa! ¡Más te vale despertar, porque los mosquitos nunca duermen!”. Brasil está padeciendo su peor brote de fiebre amarilla en décadas. El virus, que mata a entre el tres y el ocho por ciento de los infectados, ahora rodea las enormes ciudades de Río de Janeiro y São Paulo. Amenaza con convertirse en la peor epidemia urbana del país desde 1942.
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