Tal vez el caso más sangrante sea el de Pablo Motos, un presentador chocarrero que cuenta con una cohorte de correveidiles y tuiteros dispuestos a señalar con una cruz a cualquiera que cuestione el machismo, el clasismo, la homofobia y la imbecilidad general que destila su programa. Es difícil retorcer más la semántica para concluir que la libertad de expresión es exclusiva de Pablo Motos.
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