Javier Fernández aterrizó en el aeropuerto de Barajas después de proclamarse campeón de Europa por quinta vez en la República Checa y nadie acudió a recibirle. Sin pancartas ni cánticos, el patinador pasó desapercibido como un pasajero más del aeropuerto. Es la cara más amarga de los deportes minoritarios: su pobre recibimiento contrasta, por ejemplo, con el que ha recibido el futbolista Jesé esta esta semana a su llegada a Las Palmas.
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