Mientras algunos viven instalados en un sentimiento permanente del tipo apocalipsis del 98, otros repiten tres veces al día el mantra “orgulloso de ser español”. Lo dicen tres veces al día, como si tomasen Ibuprofeno no para las cefaleas, sino para que España deje de dolerles como a Unamuno. Estos henchidos de gloria alienan ambas cosas, tanto el desempleo como la putrefacción de lo público o privado. Están orgullosos de ser españoles solo por serlo, pues su sentimiento no depende de que lo estemos haciendo mejor o peor.
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