En 2001, el terrorismo, especialmente el integrista islamista y fundamentalista, era una amenaza letal mundial pero difusa. Dramáticamente se iría concretando en acciones selectivas pero indiscriminadas tiempo después. Así aconteció en diferentes países y, en España, en Madrid (2004) y Barcelona (2017). Ahora, dos décadas más tarde, esa amenaza se dibuja de una forma diferente. Son menos los atentados en occidente (por el momento) pero su contorno se define con mayor precisión en los lugares de origen.