Se espera un verano movido en el barrio marítimo. Mientras en Port Vell atracan yates titánicos, el barrio limpia sus armas quemado por el desamparo, el apretón asfixiante del Ayuntamiento, el turismo mierdoso, la especulación y la humillación de cada verano. Es una lucha contra un poder más allá de la comprensión de un tejido social obrero y humilde, pero una cosa está clara: la Barceloneta no se rinde. Nunca.