Los privilegios de la Iglesia en España son tantos y tan variados que es difícil decir de carrerilla "estado aconfesional" sin sonreírse. Pero la definición en la Constitución es tan abierta que permite primar a la Iglesia católica tanto como quieran los dirigentes del momento. Los curas (nunca las monjas) también deciden sobre las vacunas, la vida y la muerte en los comités bioéticos de los hospitales públicos en Madrid, gracias a una idea de Gallardón.
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