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Deposiciones, excrementos y demás porquería: brevísima historia fecal de los retos que quedan por resolver
En noviembre de 1539 el rey de Francia publicó un edicto por el que obligaba a los parisinos a guardar todos sus desperdicios en casa. Heces, orines y demás desechos humanos, que hasta ese momento se lanzaban a cubazos en la vía pública, debían almacenarse ahora como Dios (y el rey) mandaba. Francisco I no sólo obligó a construir un pozo negro en cada casa, sino que amenazó con expropiar las fincas que no lo hicieran. Este solo era un mojón en el camino. Un hito, quiero decir.
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