Cultura y divulgación
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El español que visitó el infierno y regresó para contarlo

La decoración de la sala principal guardaba perfecta consonancia con la idea que pretendía representara aquel sitio, que lo mismo podía ser de recreo que de meditación. Docena y media de personas —en su mayoría hombres— discurrían, o bien en pie, alrededor de unos cuantos féretros, o bien sentados ante ellos. Y era sobre esos aparatos que sirven de lecho postrero al que abandona la vida, en donde dos tres garçons tenne decroqué morls colocaban, en forma de licores espirituosos la enfermedad que de ellos solicitaba el cliente.

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