El ciclo se repite una y otra vez; los imperios, uno tras otro, nacen, crecen, envejecen y mueren.Pero mientras los historiadores se afanan, es un decir, en la búsqueda de un nuevo consenso, bien estaría que retomáramos la historia de los primeros imperios, que habíamos dejado un par de preguntas atrás enfrentados al duro trance de su nacimiento. Ahora conocemos ya de qué modo nacieron; nos resta, pues, entender cómo y por qué morían.