Arnold Schwarzenegger, aquel emigrante austriaco reconvertido en mediocre actor que resultara electo gobernador de California en enconada disputa electoral con los otros candidatos: un enano que trabajaba en un circo, una actriz de cine X, un editor de pornografía y un luchador de sumo, aunque sólo ocasionalmente, lo que siempre es de agradecer, de vez en cuando se descuelga con declaraciones como la que en estos días reproducían los medios de comunicación: “Los hispanos deben apagar la televisión en español para aprender rápidamente inglés”.