La Complutense reacciona ante el ausentismo de sus profesores. Llegas a clase, son las nueve de la mañana y todavía tienes la almohada pegada a la oreja. Esperas sentado a que llegue el profesor, pero nunca llega. Que esto suceda un día te puede alegrar la mañana, pero si todos los días que tienes esa asignatura ocurre lo mismo, la alegría se torna en frustración.