A la democracia la ha contaminado de desconfianza nuestra sociedad. Una sociedad en la que lo único que cuenta es ganar dinero, tener poder, ser famoso, a cualquier precio, a golpe de lo que sea, engaños, timos, trampas. Una sociedad del chanchullo generalizado en la que nadie se fía de nadie, en la que nada se da por bueno. Y así cuando nos presentan una hazaña -en estos días, en los campeonatos europeos de natación de Amsterdam, Alain Bernard pulverizando los récords de los 50 y los 100 metros libres- sólo nos preguntamos a qué treta se debe.