El último vestigio de Anselmo Martín sobre la Tierra es un BMW azul celeste de los años 80. Pura chatarra. Casi sin cristales. Un esqueleto. Está aparcado en la calle Braille, en Fuencarral. En sus últimas horas pasó por una orden de alejamiento de su mujer, dos noches durmiendo en el andrajoso coche, una patrulla policial que llega, su mujer que le denuncia otra vez, un dolor en el pecho, dos exámenes médicos que le certifican como sano, y una muerte por parada cardiaca en comisaría. EL MUNDO le cuenta la historia de su muerte...