Puedo entender, incluso justificar, el miedo. Pero nunca comprenderé la cobardía. Lo pienso a la hora de encajar lo ocurrido en Uruguay con el plebiscito sobre la derogación de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, conocida popularmente como “ley de impunidad”. Que me perdonen mis amigos uruguayos, que me perdonen todos los uruguayos, pero lo ocurrido en la consulta, con la derrota de la propuesta de derogación de la Ley de Caducidad, me parece un acto de cobardía colectiva.