Durante 20 años el mundo creyó que Diana, la princesa de Gales, descansa en una isla florida de su mansión en la isla de Althorp, en el norte de Inglaterra. Miles de turistas visitan su tumba, pagan la entrada en el castillo familiar, miran su vestido de novia y leen el libro de condolencias en la casa de los Spencer, la familia más aristocrática de Gran Bretaña. El problema es que el entierro de Diana es otro de los grandes misterios y mentiras que rodearon la muerte, el funeral y el destino final de la reina británica que no fue.