Si el hambre agudiza el ingenio, los aires revolucionarios en el norte de África han desatado el bueno humor. Resignados hasta ahora a criticar solo en privado los regímenes autoritarios y cleptómanos que han regido sus vidas, los miles de tunecinos y egipcios que ocupan estos días sus calles -y probablemente los sirios, marroquíes, argelinos o palestinos que viven pegados estos días a Al Yasira- combinan la ira contra los tiranos con una creciente colección de chistes que van camino de acabar en colecciones antológicas.