No es al propio yo sino a la banda de enemigos interiores del espíritu a los que tenemos que desanimar y desalojar, eliminar del altar de la evolución espiritual; estos pueden ser extirpados, echados fuera sin miramientos, sus nombres son deseo, ira, falta de ecuanimidad, codicia, apego a los goces, dolores externos, etc. Ellos son la corte de demonios usurpadores causantes de los errores y sufrimientos del alma. Han de considerarse no como parte nuestra, sino como intrusos y pervertidores de la naturaleza real y más divina de nuestro yo; han..