Desde aquí, y en esta entrada, nos atrevemos a sugerir que volvamos a recuperar lo que nos hace diferentes de los dictadores, los operadores financieros que atacan naciones, o los gobernantes corruptos. Una secuencia para recordar: en Senderos de gloria (Kubrick, 1957), los soldados, lejos de su hogar, de su identidad, y de todo aquello que les hace humanos, contemplan llorando como niños cómo canta una mujer. En unos segundos, la música les hace recuperar la humanidad.